martes, 18 de octubre de 2011

La noche del miedo




En la noche del miedo viví algo parecido a estar atada de pies y manos. Todo fue como una soga al cuello apretando un poco más hasta dejarme sin aire. En la noche del miedo no hubo una mano amiga extendiéndose ni una mirada cómplice de auxilio.
La noche del miedo llego sin avisar, se planto delante de mí, mirándome desafiante y arrogante. No hablo ni pregunto, sólo mostró su lado mas oscuro, sus gestos más amargos y una grotesca sombra que asolo toda la habitación.
 La noche del miedo sentí el holocausto en mi piel. Palpitaciones en mi pecho y un lago laberinto en mi cerebro. Esa noche del miedo, llegaron a mí todas las dudas, los temores y un pánico que no supe identificar, pero que tomo las riendas de mi vida.
En la noche del miedo fui incapaz de moverme o gritar. La puerta y la ventana estaban a kilómetros de mí. Las paredes tenían el frío tono de la muerte y el techo era negro como el abismo. El suelo helado hacia cicatrices en mis pies, y mis manos sujetaban mis rodillas en un intento desesperado de reducirme  a la nada, de evaporarme y dejar de ser y estar.
En la noche del miedo se paro el tiempo. Un segundo se transformo en infinito y el infinito dejo de ser mi palabra preferida para convertirse en mi verdugo.
Después de la noche del miedo, ya no duermo.  Estoy alerta, siempre preparada para una nueva embestida de turbación y temor. Después de la noche del miedo sólo duermo de día, con la ventana abierta, por si el miedo decide marcharse en busca de una nueva victima y devolverme mi libertad, mis ganas de reír, mis sueños e ilusiones…mi vida.



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