He dejado de creer en el destino
En la suerte.
Y en los impulsos naturales.
El infinito nunca deja de ser infinito
Los sueños se extravían y soy incapaz de hallarlos.
No queda deseo, ni dilema.
No hay temor, ni desconcierto.
Te elevas preguntándote si sobrevivirás a la caída.
Ries sólo porque se dibuja unos labios amables.
Y te debates entre seguir… o quedarte quieta.
No piensas si el mañana te depara un ángel que guíe tus pasos.
El pensamiento te asedia y todo te parece un poco más oscuro.
Sólo te quedan unos viejos libros que te dieron luz, una música
Que sólo tu entiendes y una pocas briznas que en otro tiempo fueron sueños.
Y sigo viva, irreparablemente viva, observando cada cosa absurda que llega como un eco… y se va.
Todas las vidas por vivir tienen la misma salida, el mismo sello de caducidad.