Me despierto temprano, aún no ha salido el sol. Pienso que
es una buena oportunidad para ver amanecer, pero tras mis ventanas el amanecer
no existe…sólo el ocaso (puestas de sol impresionantes a las que contemplo
todos los días). Me siento inquieta…hay un vacío, una especie de nausea en el
estómago, una búsqueda sin identificar. Desayuno rápido, como todos los días…y
de repente surge la idea. Tengo que irme al camino, he de caminar. No importa
el punto de partida esta vez…sólo sé que he de andar…andar…andar.
Subo rápido a ver horarios de trenes. Sin importarme dónde
tiene final de trayecto. El tema es escapar, huir…desaparecer un tiempo, aunque
el tiempo no exista y sea consciente de ello.
Bien! Sale un bus para Astorga a las doce de la noche. Son 7
horas de viaje, pero no importa. He de
coger ese bus y esfumarme…eclipsarme.
Preparo la mochila…en una hora la tengo lista. No me gusta
llevar peso…así que pillo lo justo (lo sé por experiencia…el peso en la espalda
es inútil).
Ya estoy en el bus. Intento acomodarme en los últimos
asientos, medio tumbada, descalza…libre. Va desapareciendo ese nudo en el
estómago…va llegando la paz a mi mente….ya está! Estoy fuera de los muros que
me sostienen. Ahora puedo caer en caída libre…por que lo he ha de llegar es
nuevo e irrepetible. La aventura de no saber. El regalo del presente, donde no
cabe ni pasado ni futuro. Ahí estoy yo, con la sensación de volver a ser una
niña explorando viejos armarios llenos de sorpresas.
Llego cansada, unas fotos rápidas por Astorga y sellar la
credencial en el primer albergue que encuentro. No hay “tiempo” que perder…he
de caminar hasta llegar al próximo punto de la etapa. La noche la pasaré en
Rabanal…una decisión muy acertada. Quien lleva el albergue es un tipo general.
Con una filosofía de la vida impresionante. Enseguida surge la química entre
dos personas que son afines en pensamiento.
En contra partida, soy la única española, pero el
hospitalero se hace cargo de que sea una estancia especial para mí. Nos vamos
de compras para hacer la cena….somos unas 30 personas. El cocinero va a ser un
italiano…la cena, como es natural…macarrones con salsa y que corra el vino….el
buen vino de la tierra. Llega un español, Paco (el recolector de hierbas).
Parece que todo el mundo lo conoce, y él se queda algo asombrado…pero es que
Paco es mucho Paco….y eso lo iré comprobando a lo largo del camino. La cena se
convierte en algo mágico…las inglesas se parten el culo (son los efectos del
vino)….esa noche roncaran como perras en celo…y yo tendré que irme de la madrugada,
en plena noche oscura por que paso de dar vueltas en la litera…bueno, eso de
irme a esas horas lo he hecho muchas veces…incluso diría que me gusta más que a
un tonto los palotes. No me despido de nadie…me voy en silencio…pero dejo una
nota en el libro de firmas…el hospitalero sabrá que se la dejo para él…sólo
para él.
El próximo punto de llegada es Molinaseca.
En el camino entre
rabanal y molinaseca, linterna en mano, voy avanzando, intentando no perderme,
pero como si de algo natural se tratase…me dejo guiar por mis paso y presto
poca atención a las flechas amarillas ( el camino es así…el te lleva. Es un
guía y tú sólo eres un puntito de naturaleza andante). Cuando amanece hago las
primeras fotos. Mi cámara es una autentica mierda, pero es la luz perfecta para
que salgan algo decentes. Me detengo en un riachuelo…me descalzo y pongo los
pies en remojo. El agua está fría…muy fría. Tan fría que he de sacarlos de vez
en cuando…veo llegar a los más madrugadores. Yo mientras tanto estoy tumbada
contemplando el paisaje…las horas han pasado sin apenas darme cuenta…qué hora
será? No importa, en este viaje no quiero saber de horas ni chicharrones. Se
paran junto a mí y me imitan…son finlandeses. Sus pies están tan blancos y
escocidos que me dan pena. Yo sólo observo, quieta….como estatua de sal….como
si nada. Llegan más, y vuelven a repetir el patrón… de pies al agua. Yo
sonrío…me siento la dueña del riachuelo…dejándoles un merecido descanso…y me
pregunto si se paran porque me ven parada…nadie es español…y se me ocurre la
idea de que, podría hacerse un programa de españoles por España. Jajajajaj
Vuelvo al camino…a su belleza…a las pisadas de otros
millones de peregrinos que caminaron la misma senda. No tengo prisa…sólo me
espera la sensación de sentirme bien…y esa no tiene horarios. Mi esencia no
conoce de sociedades establecidas…mi esencia es salvaje como el páramo o la
montaña.
Llego a la cruz de Fierro, ya tengo mi piedra en la
mano….cierro los ojos, respiro el aire puro, siento la paz y al son de OM MANI
PADME HUM ..lanzo la piedra mientras pido un deseo….aunque todos los deseos
están ahí mismo….todo lo que deseo lo tengo delante de mí…comprendo al momento
que el deseo se ha hecho realidad, y ser consciente de ello me llena de una paz
imperecedera…infinita.
Llego al Último Templario. Tomo un buen café con leche y
unas galletas. Se da la voluntad. Me siento en uno de los curiosos bancos y
miro el espectáculo…en verdad esta gente se lo monta bien. De una pequeña
“caseta” a las afueras del pueblo, han montado todo un estandarte en honor a
los templarios. Se ganan la vida así, viven así y a mí me parece perfecto. No
hay mucha gente…aún es pronto. Decido seguir mi camino….sí, mí camino..y como
si de fluir se tratara, pasan los días, pasan las personas, las largas conversaciones,
las miradas cómplices. Cómplices de una verdad que sólo quien la posee la
reconoce. Podría escribir hasta el infinito, pero no hay palabras, sólo
sensaciones imborrables en mi memoria. La locura de la “otra realidad”, mi
locura…esa que me da solamente EL CAMINO.