En última etapa,
nunca estuve anclada a las sendas que despojé; tan sólo quise verte dibujado
una respuesta antes de llegar a la meta final. Se trataba de no caer más bajo, desertar
del viento y sus cenizas, abrir los puños hasta que las manos entendieran que
ya no había muros que derribar. Entonces tendríamos que descifrar el destino… y
darle la razón al olvido.
Nunca estuvimos dispuestos a ser héroes. Nunca quisimos
arrancar las espinas para acariciar sus pétalos. Todos los recuerdos tienen un reflejo
de nostalgia si los desempolvamos antes de que la luna llena nos haga mirar al
cielo, y no hay partículas suficientes para que ubiquemos nuestra insólita
historia en el destiempo. Vamos a desconocernos hasta perdernos del todo; tal vez sea la única forma de que el recuerdo pase
de largo sin fijarse nunca más… en nosotros.
Para
descifrar tu mente hace falta tener la sabiduría de saber interpretar tus
silencios.
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