miércoles, 5 de diciembre de 2012

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En  última etapa, nunca estuve anclada a las sendas que despojé; tan sólo quise verte dibujado una respuesta antes de llegar a la meta final. Se trataba de no caer más bajo, desertar del viento y sus cenizas, abrir los puños hasta que las manos entendieran que ya no había muros que derribar. Entonces tendríamos que descifrar el destino… y darle la razón al olvido.

Nunca estuvimos dispuestos a ser héroes. Nunca quisimos arrancar las espinas para acariciar sus pétalos. Todos los recuerdos tienen un reflejo de nostalgia si los desempolvamos antes de que la luna llena nos haga mirar al cielo, y no hay partículas suficientes para que ubiquemos nuestra insólita historia en el destiempo. Vamos a desconocernos hasta perdernos del todo; tal  vez sea la única forma de que el recuerdo pase de largo sin fijarse nunca más… en nosotros.

 

Para descifrar tu mente hace falta tener la sabiduría de saber interpretar tus silencios.


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